La experiencia de muchos occidentales al encontrarse con un Maestro Espiritual ha sido la de una iluminación y transformación del sentido de su existencia.
La Figura del Maestro Espiritual
Aunque la palabra guru suene mal en Occidente por el uso mediático que de ella se viene haciendo, en la India tiene el respetable sentido de maestro espiritual. El satguru es aquel que encarna la sabiduría mística, que atrae y fascina como modelo a imitar, como fuente de luz y de conocimiento.
La experiencia de muchos occidentales al encontrarse con un Maestro Espiritual ha sido la de una iluminación y transformación del sentido de su existencia. Eso ya ocurrió a principios del siglo XX cuando algunos tienen la oportunidad de encontrar figuras de la talla de Ramana Maharishi, el sabio de Arunachala, o de Sri Aurobindo. Luego en la década de los sesenta comienza a generarse el fenómeno de los llamados gurus de masas, como Maharishi, Muktananda, Rajhness (Osho), Satya Sai Baba y tantos otros. En todos ellos el buscador descubre una luz nueva, un ser que suele aceptarse como un ser realizado, alguien que ha logrado la Liberación.
En casi todos ellos la meditación ocupa un lugar destacado, de ahí que se hable en muchos casos de el maestro de meditación, aunque en realidad se debería hablar del Maestro del Ser, para distinguirlo claramente del Maestro del pensar, al que Occidente es más adicto: Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel... nos enseñan a pensar, pero el maestro espiritual es un ejemplo en el arte de Ser. Por ello, su modo de transmisión, su modo de comunicación no es primordialmente la palabra y el texto escrito, sino la irradiación espiritual a través de su presencia.
El verdadero guru sería aquel que se ha instalado en un estado de conciencia y de ser (en la conciencia espiritual y el ser espiritual) que resultan extraños al ser humano medio como los discursos filosóficos sofisticados le resultan al nativo de alguna tribu primitiva. Un estado de conciencia y de ser que lleva asociado una terminada carga de energía espiritual, que le permite irradiar, transmitir, comunicar, en silencio, o por detrás de la palabra, algo de su estado de ser, de conciencia, de energía. Como si a través de la presencia del Maestro, instalado en su conciencia espiritual, resultase más fácil abrirse a la experiencia de la propia realidad espiritual, del silencio interior, de la paz y el gozo específicamente espirituales.
Esa transmisión específicamente espiritual, esa comunicación sutil que se establece entre el maestro y el discípulo es uno de los secretos de la experiencia místico-esotérica que resulta difícil transmitir con palabras.
Svami Bajaranja Das (Babaji) y Svami Tilak, dos grandes maestros, aunque no tántricos. El primero vaisnava y el segundo vedantico.
Los riesgos de la apertura a los falsos gurus
Pero es preciso apuntar los riesgos que entraña una concepción de este tipo, sobre todo a partir de los engaños y abusos que han ido descubriendose en algunos de los presuntos maestros o instructores. Hay dos elementos a los que conviene prestar atención en la relación Maestro-discípulo:
- El primero corresponde a la posibilidad de confundir los poderes psíquicos con la realización espiritual y la radiación de una energía vital, emocional o mental con la radiación de una energía genuinamente espiritual. El impacto y la fascinación experimentada por un buscador ante un maestro, puede deberse al despliegue de poderes (burdos o sutiles, poco importa) por parte del presunto maestro. En todas las tradiciones espirituales (en el yoga, en el tantra, en el sufismo) que siguen el sendero de la realización, pueden despertarse una serie de poderes psíquicos bastante impresionantes para la mirada profana. que impactan en quien lo contempla o los siente. Aunque puede haber un uso legitimo de ellos, hay que saber que el mago no es necesariamente un Maestro espiritual.
- Por otra parte, es cierto que la entrega sincera, la confianza total y hasta el abandono en sus manos, han sido actitudes alabadas y pueden ser necesarias en determinados momentos. Pero esa misma actitud de entrega incondicional es la que puede producir una pérdida del propio pensamiento y la propia voluntad, una alienación con funestas consecuencias. De ahí que es necesario una gran pureza de corazón y una suficiente capacidad critica a la hora de elegir un maestro para seguir sus enseñanzas y para abrirse internamente a su influencia.
Que la existencia de falso instructores o el riesgo de caer en actitudes erróneas no llegue a enturbiar una de las cosas más bellas y sagradas que puede existir en esta Tierra: un ser que ha avanzado suficientemente en el proceso de Iluminación y Realización espiritual y que puede colaborar en el correcto despertar espiritual de otros muchos seres que buscan la Luz.
Asato ma Sadgamaya. Tamaso ma Jyotirgamaya. Mrityour ma a am ritratgamaya
«Condúcenos de lo irreal a lo Real. De la oscuridad a la Luz. De la mortalidad a la Inmortalidad». Brihadâranyaka Upanishad, 1, 3, 27.
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